Musta

Musta es un amigo de la Fraternidad Secular “Carlos de Foucauld” de Murcia que en Julio de este año fue transplantado de los dos pulmones en el Hospital “La Fé” de Valencia.

Mari Cruz y Musta

Nació en Argelia, hace 35 años, y llegó a España hace 3 años, buscando salida a una situación muy difícil para él, poco después de que sus padres murieran.

 La muerte de su padre y de su madre con la diferencia tan sólo de unos meses, supuso un fuerte golpe, y dejó un gran vacío en su vida. A esto se unía su falta de trabajo, de futuro y, sobre todo, su delicada salud: desde pequeño estaba afectado de un problema pulmonar que se había ido agravando con el tiempo, hasta el punto de que, justo antes del transplante, un pulmón estaba muerto y el otro funcionaba a la mitad.

Conocí a Musta a través de Hamadi, otro argelino que vivía en el Cabezo de Torres. Poco a poco nos fuimos haciendo amigos, nos veíamos mucho por la calle, hablábamos, venía con frecuencia a nuestra casa, Marisa le preparaba alguna comida que a él le gustaba,...

Un día fui a visitarlo y me impactó conocer la casa donde vivía, si es que a aquello se le podía llamar casa: unas ruinas llenas de humedad, con agujeros en las paredes, goteras en el techo y con peligro de derrumbe.

Aquel ambiente no era el mejor para la salud de Musta, el frío y la humedad hacían que ingresara  continuamente en el hospital, con graves infecciones que deterioraban cada vez más su frágil salud física y psíquica. Con frecuencia me decía llorando que lo único que esperaba ya de la vida era ir apagándose poco a poco como una vela, y morir.

Lo impresionante de esta historia de Musta es que, después de empeorar todavía mucho más, incluso temiendo en algunos momentos lo peor, fueron ocurriendo una serie de acontecimientos, y apareciendo una serie de personas; en cada momento la persona oportuna.

Todo ha sucedido de tal manera que sentimos que esto no es cosa nuestra, que está más allá de nosotros, y que hemos sido meros instrumentos.

Una de las primeras personas que apareció en escena fue María José Noguera, trabajadora social del Ayuntamiento de Murcia que, incluso fuera del horario laboral, se interesó por Musta y por sus condiciones de vida, y facilitó su ingreso en un Centro de Acogida para Inmigrantes Convalecientes. Allí tenía garantizada vivienda, atención sanitaria y alimentación.

En este centro conoció a Conchi, la mujer que se encargaba de la cocina y de otras tareas de la casa, y que siempre estaba atenta a las necesidades de cada uno de los internos. Conchi es una mujer llena de bondad y, al mismo tiempo, firme cuando hay que serlo. Para Musta fue como una madre en un momento muy difícil para él. De su estancia en el centro surgió una buena amistad entre los dos, de manera que Conchi sigue siendo hoy una de las figuras de referencia para Musta.

También en ese momento contó con las atenciones de María José Funes, enfermera que se encargaba de la cuestión sanitaria y administrativa.

Poco después, en uno de sus muchos ingresos en el hospital, Musta tenía como compañero de habitación a un señor llamado Angel. Todos los días iba a cuidarlo su hija Mari Cruz, que era otro ángel, y esto no se le escapó a Musta que, seguramente pensó: “ésta no se me escapa a mí”. Y así fue como nuestro amigo conoció a la mujer que ha sido en todo este tiempo como un ángel enviado por Dios.

Es admirable ver cómo quiere a Musta, cómo ha estado a su lado en todo momento, pasando noche tras noche en los hospitales, viajando continuamente a Valencia, procurando que no le falta nada, dándole todo su cariño; también superando el cansancio, la crítica, el rechazo y la incomprensión de muchas personas y, sobre todo, confiando en Musta y en la vida, a pesar de que todo apuntaba mal: salud, trabajo (Musta no tenía, y ella se gana la vida limpiando casa), prejuicios hacia los inmigrantes, etc.

Si el testimonio de Mari Cruz no nos traquetea un poco como cristianos es que algo no va bien en nuestra vida de fe, ya que es el vívo reflejo del “esperar contra toda desesperanza”. Seguir confiando, cuando todo se pone en contra y parece que no hay salidas, es una de las actitudes más difíciles en el camino cristiano.

En el hospital, Musta fue atendido durante mucho tiempo por un médico que no confiaba ni en él ni en su curación. Iba a lo justo, a salir del paso. Pero tuvo la suerte de encontrarse con la Doctora Abellán, que se tomó en serio el problema de Musta, poniendo los medios necesarios para que lo vieran en el hospital “La Fé” de Valencia.

En sus muchas estancias en el hospital Musta conoció también a Víctor, trabajador social que hizo lo indecible para nuestro amigo: facilitándole el acceso a consultas de especialistas que sin él no habría tenido, ayudándole con medicamentos caros que Musta no podía pagar, enfrentándose y hablando con firmeza a algunas personas del colectivo sanitario que ponían obstáculos para ayudar a Musta, contactando con el hospital “La Fé” de Valencia para superar dificultades de todo tipo, etc.

[En la fiesta que hicimos después por el éxito de la operación, echamos de menos a este hombre, pequeño de estatura, pero grande de corazón y de entrega, luchador incansable ante cualquier problema.]

Después de muchas idas y venidas, se aceptó a Musta como receptor para transplante de pulmones. Lo más difícil en principio estaba superado, pero había que solucionar dos cosas: Un lugar donde vivir, pues no había dinero suficiente para un alquiler, y dinero para otro tipo de gastos: comida, desplazamientos, algunas medicinas, etc.

La Fraternidad de Murcia acogió entonces estos dos inconvenientes. María Sansó habló con su amiga Puri, que vive en Godella, y que está al frente de un proyecto de acogida de menores con problemas. En una de las viviendas de ese proyecto pasó Musta tres meses esperando que llegaran dos pulmones que salvaran su vida.

Durante ese tiempo Puri estuvo atenta a los necesidades de Musta, con discreción, respetando su intimidad y, al mismo tiempo, echándose hacia delante siempre que era necesario. En cuanto a los gastos de comida y otros, cada miembro de la Fraternidad ha ido aportando según sus posibilidades una cantidad mensual.

También contó Musta con el valioso apoyo de la Fraternidad de Valencia, sobre todo de Amparo Moreno, Isabela, Antonio Páes y Maria Amparo, Luisa y otros, que hicieron de todo con Musta: acompañarlo, visitarlo, llevarlo en coche donde hiciera falta: al hospital, a pasear, a conocer Valencia, etc. Se preocuparon de que no le faltara música, lectura, videos, para hacer más llevadera la tensa espera.

El día 22 de Julio, después de tres meses en Valencia, y paseando por sus calles, Musta recibió una llamada del hospital comunicándole que había un posible donante para él. La noticia se corrió rápidamente entre todos los que lo conocíamos, y fuimos muchos lo que aquella tarde noche estuvimos unidos a él en la oración. Otros, además, físicamente, como Amparo, Isabela y Puri pasaron la noche en “La Fé”.

La operación fue un éxito, Musta se ha recuperado rápidamente, los médicos están sorprendidos. La actitud positiva y las ganas de vivir de Musta han sido un factor muy importante.

Lo imposible fue posible, porque la “VIDA” quiso abrirse paso ante la muerte, y hubo personas que confiaron y se abrieron a la “VIDA”.

Acabo con algo que Musta me dijo una de las veces que peor se encontraba en el hospital: “¡Sabes José: Que Dios a quien más quiere es a quien mas sufre y a quién más enfermo está!”.

Desde aquí damos las gracias, de todo corazón, a las personas y grupos que han ayudado a Musta.

[Escrito por José Megías Mondéjar]

 

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