EN LA EUCARISTÍA SE CONSTRUYE LA COMUNIDAD NAZARENA fraternidad secular carlos de foucauld[1] Podemos llegar a una primera conclusión: La Eucaristía es el pequeño grupo que se hace Comunidad. “En el grupo de los creyentes en Jesús, lo poseían todo en común y nadie consideraba suyo lo que tenía […] entre ellos ninguno pasaba necesidad, ya que los que tenían casas o tierras, las vendían, llevaban el dinero y lo ponían a disposición de los apóstoles, que lo distribuían según necesitaba cada uno”. Esto era vivir la Eucaristía: Partían el pan en sus casas y tomaban el alimento con alegría y sencillez de corazón; tenían todo en común; no había entre ellos ningún necesitado. No nos cabe duda de que Jesús fue el ser más comprometido en cambiar las relaciones humanas; el consagrado a “hacer comunión”. No podemos decir que tenemos los mismos sentimientos de Cristo mientras no participemos en su fiebre de comunión. Jesús de Nazaret: “Se despojó de sí mismo tomando condición de esclavo, haciéndose semejante a los hombres. Y el motor de todo esto es el amor: “Dios, por el gran amor con que nos amó, envió a su Hijo en una carne semejante a la del pecado, para rescatar a los que estaban bajo la ley” (Rom. 8,3 y Ef. 2,4) Jesús vino a asumir la única y auténtica enfermedad humana: “la desigualdad, el auténtico exilio que es la lejanía entre nosotros. Haciéndose siervo, no señor, no patrón; o sea, asumiendo la desigualdad al nivel de la víctima, al nivel por lo tanto donde la desigualdad no es responsabilidad sino sufrimiento; no es injusticia causada sino injusticia sufrida. Si se acepta que el Hijo de Dios, se ha hecho en todo semejante a nosotros, excepto en el pecado, no podemos dejar de aceptar, que no podía en absoluto asumir la desigualdad, allí donde y con quienes la producen: explotadores, opresores, etc. Sino únicamente a nivel de quien es víctima de la desigualdad: Los pobres, los desposeídos, los marginados. El rostro hecho a imagen de Dios, es oscurecido por las injusticias de los poderosos. Oscurecen por la situación de desigualdad. Por eso y sólo por eso, Dios toma la defensa de los pobres haciéndose uno de ellos.[2] [2] Cf. “Pan y vino, el exilio a la comunión” en Arturo Paoli., Yo soy tu hermano, Fraternidad C. de Foucauld. |