Gloria Aguerreberry (Uruguay) escribe sobre la amiga difunta Lourdes Russo Moss resaltando su honda espiritualidad evangélica en la que tanto ha influido el Hermano Carlos y la Fraternidad Jesús-Cáritas.
LOURDES RUSSO MOSS Mujer de paz, confiada en el Dios de la Vida y entregada a su voluntad.
Hablar o escribir de Lourdes es una tarea gratificante, haberla disfrutado y contado con ella en forma incondicional siempre, fue un privilegio. La conocimos hace más de cuarenta años en actividades eclesiales, como catequista de su parroquia cuando los Padres Redentoristas hacían sus misiones por los barrios de Montevideo. Luego llegó la invitación a conocer la espiritualidad del Hno. Carlos a partir de la inquietud que manifestaba de darse por entero al seguimiento de Jesús; buscaba una institución que le sirviera de soporte, de marco de referencia por que deseaba compartir con otras sus experiencias de fe. Entonces entró en la que era Fraternidad Jesús-Caritas. Participó en varias oportunidades de encuentros regionales e internacionales. Trabajó mucho en la etapa de definición de la identidad de la Fraternidad y escogió a la Asociación de Fieles para continuar por la vida. Fue siempre la amiga leal, fiel y comprometida con su tiempo, fue parte de las actividades de la Vicaría Pastoral de la Arquidiócesis de Montevideo como responsable parroquial y zonal y miembro del Equipo de Preparación de Novios para el matrimonio en su parroquia. En estos grupos cosechó buenas/os amigas/os que ahora en estos últimos años de enfermedad eran parte de sus recuerdos más queridos. Su familia y la Fraternidad Carlos de Foucauld eran su razón de vivir. Una familia ejemplar: cuñados y sobrinas/os que vivían pendientes de acompañarla, ayudarla y darle mucho amor, el mismo que ella les brindó siempre. La característica de Lourdes en los últimos tiempos se fue afirmando en el despojo de todo lo accesorio, su abandono a la voluntad de Dios fue activo porque se sometió a todos los tratamientos que los médicos consideraban que mejorarían su calidad de vida. Ella, como toda/o enferma/o soñaba con la cura. Las últimas tres semanas que pasó, como tantas veces en estos años, en el sanatorio repetía en forma muy reiterada, sobre todo en las largas conversaciones que teníamos por las tardes en la visita diaria, que ella no necesitaba nada porque sabía que Dios estaba con ella, sentía su presencia y sabía que no la abandonaría. Desde su lecho, se preocupaba por todos, los sobrinos/as, los sobrinos/as nietos/as, las/os amigas/os, fue la admiración del personal de enfermería y de las cuidadoras que la llamaban “la princesa”… Cómo no ver en nuestro camino, la presencia del Señor Misericordioso que acompaña, sostiene y nutre en los momentos más difíciles. En Lourdes se manifestó plenamente: cuando iban a someterla a un tratamiento largo, doloroso y seguramente no muy eficaz por el cariz que había tomado la enfermedad, la liberó del “yugo” de la cama en la que no se podía mover, para abrirle las puertas del Cielo. Se fue en el silencio de la noche, se fue como había vivido últimamente: con mucha paz. Rezaba mucho, escuchaba la Misa por radio, sus comuniones eran espirituales, la mayor parte de las veces. El domingo 12 de octubre a medianoche pidió algo para dormir porque estaba cansada y el Señor la llevó con Él en la madrugada. Nos queda mucho de ella, en estos primeros momentos, sólo puedo repetir que nos dejó un ejemplo de fortaleza que no podríamos imaginar en un cuerpo pequeño y que parecía muy frágil … Nos queda la paz que vivía y que nos comunicaba, aceptando silenciosamente, sin quejarse nunca, la enfermedad que le fue minando el organismo pero que no pudo con su espíritu emprendedor, entusiasta con los acontecimientos y la vida de la Fraternidad. Estaba muy atenta a todo lo que acontecía en el entorno de sus familiares, amistades y en el país. Los que aún peregrinamos en este valle de lágrimas, tenemos un ejemplo de vida muy fuerte que nos anima a seguir en la brecha, construyendo el Reino del que ella, seguramente, ya goza. Gloria Aguerreberry (Uruguay) |