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La vida tiene sentido en Jesús

 

 

La Hermanita Raeda cuenta con sencillez su vida sometida diariamente en su trabajo hospitalario al hecho de la muerte donde aprende cada día a morir a todas aquellas cosas que no son Dios y a desterrar la violencia y el mal. 

 

 

Todas las mañanas, en la fraternidad rezamos juntas la oración de ofrenda de nuestra vida que resume lo esencial de nuestra vocación y, desde que cayó el antiguo régimen y el país cayó en el caos, esta oración toma un rostro muy concreto. Cuando digo “Recibe, Padre Santo, la ofrenda de mi vida en unión con el sacrificio de Jesús”, ofrezco mi día con todos los detalles de la vida cotidiana, sabiendo que puede ser que hoy Dios me tomará la palabra.

El hospital donde trabajo está a un cuarto de hora de la fraternidad en autobús cuando todo va bien, pero a veces el viaje dura una hora y media por causa de la inseguridad (pequeñas o grandes explosiones de coches bomba o paso de un convoy americano que para el tráfico). Esto produce en mí mucho miedo y tensión y pienso también: “¡Qué pérdida de tiempo!”. Pero con esta experiencia he aprendido a acoger todo esto con paz y calma en la medida de lo posible, y esto me sitúa ante mi vocación: cómo vivo el momento presente con la gente que está conmigo en el taxi colectivo. A veces tengo la ocasión de decir una palabra alentadora a alguien que tiene miedo aunque la mayor parte del tiempo rezo en silencio.

Me gusta mucho mi trabajo y estoy contenta con lo que vivo. Trabajo como auxiliar de enfermería en el servicio de reanimación. Mi trabajo consiste en ocuparme de gente débil y enferma en sus necesidades cotidianas. El trabajo es exigente para todos y por esto hay una cierta tensión entre nosotros. Al principio, para ayudar a los que trabajan conmigo, hacía una parte de su trabajo, pero con el tiempo vi. que esto no construía a los otros, sino que les incitaba a contar conmigo a tiempo y destiempo. Con el correr de los días, y reflexionando con las hermanitas, trato de encontrar una posición justa, de expresar claramente lo que quiero decir y de escuchar de verdad a los demás. La experiencia me ha enseñado que la tensión permanecerá y que el trabajo, de todas maneras, hay que hacerlo: ¿cómo acepto esta tensión, y cómo la vivo en calidad de hermanita?

En mi trabajo estoy todos los días frente al hecho de la muerte, porque en este servicio todos los días mueren enfermos. He aprendido a dar sentido a la vida que me es ofrecida y a vivirla con plenitud. Al mismo tiempo, aprendo a estar pronta a morir en todo momento por causa de la situación, y a ofrecer la vida por todos mis hermanos, cualesquiera que sean.

El mal y la violencia alrededor nuestro despiertan en mí la violencia que llevo dentro y descubro que yo también tengo armas y puedo hacer daño a los otros, que puedo herir o suprimir al otro con una palabra o una mirada y esto me lleva a rezar al Señor de todo corazón para que tenga piedad de nuestra humanidad y especialmente de los que están llenos de violencia y hacen el mal.

 

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