La conversión de Jacques Maritain y su significado espiritual y eclesial

                                                                                                

1. El recorrido de la conversión

El 11 de junio de 1906, Jacques, Raïssa y su hermana Vera reciben el bautismo en la iglesia de san Juan Evangelista en Montmartre. Jacques tiene 24 años y ya se ha graduado en filosofía y en ciencias en la Sorbona. Por vía materna es sobrino de Jules Favre, así como su gran amigo Ernest Psichari, también por vía materna, es sobrino de Ernest Renan. Ambos provienen de grandes familias de intelectuales y políticos, entre las más representativas de la Francia liberal y republicana, como escribe Raïssa en Les grandes amitiés.

Educado en el espíritu del protestantismo liberal, en realidad un incrédulo, Jacques prontamente se compromete en una militancia socialista y, como escribe siempre Raïssa, “estaba siempre presto a la iniciativa de una acción generosa, si la justicia o la verdad estaban implicadas". Ambos se encontraban terriblemente angustiados por el absurdo que representaba la existencia para ellos, incluso, continua Raïssa, a pesar de que “Jacques había pensado que en el largo plazo valía la pena luchar por los pobres, en contra de la esclavitud del proletariado. Esa generosidad suya le había fortalecido, pero en esa circunstancia se encontraba desesperado como yo".

Jacques había encontrado a Raïssa, una joven judía rusa agnóstica, ansiosa como él de hallar una respuesta a las grandes cuestiones de la vida y de la muerte. Juntos frecuentaban cursos de ciencia y de filosofía en la Sorbona que no los dejaban satisfechos: en esas enseñanzas no encontraban la respuesta a las cuestiones que se planteaban. Pronto nace una amistad, y después un amor extraordinario, cimentado también en la común búsqueda de la verdad.

Jacques y Raïssa, junto a Psichari, frecuentan la librería -la sede de la redacción de los "Cahiers de la Quinzaine"- de aquel personaje extraordinario que fue Peguy, también él socialista, a la búsqueda de la verdad, y adversario del historicismo y del cientificismo de la Sorbona; lugar donde tienen ocasión de encontrarse con otros intelectuales y políticos como Sorel y Jaurés.

Peguy los conduce al Collège de France a seguir los cursos de Henry Bergson, del cual no sólo admiran “su palabra elocuente y precisa, que –escribe Raïssa- nos tenía absortos, la distracción era imposible..."; palabra con la cual criticaba los prejuicios antimetafísicos de sus colegas racionalistas; pero son los cursos sobre Plotino, en cualidad de místico y de metafísico, que hablan del alma y de Dios, los que ayudan a los Maritain a no desesperar en la conquista de la verdad.

Mas no es el filósofo Bergson quien los introduce a la fe religiosa; es Léon Bloy, espíritu abierto al Absoluto, profeta bíblico y genio literario, quien acompaña a los Maritain, ya casados, a lo largo del itinerario de la conversión de sus corazones, que acontece en el 1906. En ese mismo año Jacques, que ha ganado una beca, parte con Raïssa a Heidelberg, con la meta de seguir los cursos de biología de Hans Driesch, y, en aquel tiempo, incluso duda de proseguir con sus estudios filosóficos.

En el 1908 retornan definitivamente a París, pero Jacques no buscará un puesto como docente de filosofía, tal vez por el temor que despierta la atmósfera anticlerical en la escuela, lo que no le hubiera permitido enseñar libremente. Se ocupa así en diversos trabajos, entre ellos el de redactor de la casa editorial Hachette.

Aquellos años en Alemania, y después de los primeros tiempos en París, son para Jacques un período de gran ahondamiento espiritual, vivido intensamente junto a Raïssa. Cabría hacer una reflexión particular en relación al tema de esta intimidad conyugal, de la cual hay testimonios en el bellísimo ensayo Amour et amitiés, que luego nos permitirá hacer algunas acotaciones.

Pasará cierto tiempo antes que Jacques retorne con intensidad a la filosofía. Será necesaria una nueva conversión, intelectual, que tiene su momento culmen en el descubrimiento de Tomás de Aquino, para que los Maritain salgan de sí mismos, si se puede decir así, y gracias al pensamiento del Aquinate, y a su confianza en la inteligencia, regresen a la filosofía y desde ella dirijan su mirada hacia los diversos campos de lo cognoscible. Amarrarse a Tomás es alimentado, no desde una espiritualidad pasiva, como en ciertas místicas, sino abierta al ser en todas sus manifestaciones.

Gracias al padre dominico Humbert Clérissac, Raïssa primero y después Jacques, en el 1910, descubren la Summa Theologica, y quedan deslumbrados. Con el auxilio de Tomás acontece aquella que puede ser definida como la segunda conversión, la conversión intelectual. Jacques retoma confianza en la posibilidad de la inteligencia de conocer lo real y de poseer los instrumentos para desarrollar una metafísica fundada en la verdad.

En el 1913 publica su primera obra, La Philosophie Bergsonienne, y es también el año en el que comienza a enseñar filosofía en el Institut Catholique, pero también desde entonces marca su distanciamiento con su primer maestro. Maritain sostiene que la intuición bergsoniana de la verdad, en reacción frente al positivismo, corre el riesgo de permanecer todavía prisionera en el plano de la inmanencia.

En ese mismo tiempo, sin embargo, distingue en la profundidad del pensamiento de Bergson dos niveles: un bergsonismo de hecho y uno de intención, y sostiene que este último no es incompatible con el tomismo, y que se puede singularizar “extrañas correspondencias, al punto que muchas tesis de Bergson podrían ser presentadas como las refracciones y como deformaciones en espera de ciertas tesis tomistas”.

Más tarde, con su obra Le Docteur Angélique Maritain justifica su opción por el tomismo y su “realismo crítico": el tomismo "no quiere retornar al Medioevo" sino que pretende “purificar el pensamiento moderno, e integrar todo el verdadero descubrimiento después de santo Tomás”; entre el tomismo y las “formas particulares de la cultura deben reinar intercambios vitales incesantes”; "la filosofía de santo Tomás es independiente en sí misma de los datos de la fe, y no depende en sus principios y en su estructura más que de la experiencia y de la razón. Sin embargo, esta filosofía, permaneciendo perfectamente diferenciada de ambas, está en comunicación vital con la sabiduría superior de la teología y con la de la contemplación.

Desde aquel momento Maritain se convence que su empeño debe consistir en una suerte de apostolado intelectual, el de confrontar la filosofía del ser con las corrientes contemporáneas de la metafísica, la epistemología, la filosofía de la naturaleza, la gnoseología, la psicología, la estética, la filosofía política, aquella de la cultura y la educación, la teología, la mística. No titubea en afrontar los nudos intelectuales del siglo XX.

Se puede decir que Maritain verdaderamente ha atravesado los grandes problemas de su siglo: ha sido un pensador atento a los eventos de su tiempo, un filósofo en la ciudad, un intelectual comprometido al servicio de la verdad y de la justicia.

Esta doble conversión, espiritual e intelectual, ha causado una profunda mutación en Maritain, una especie de conversión antropológica, que le ha conferido una nueva mirada sobre el mundo (y además sobre aquello que lo trasciende), sobre el sentido de los acontecimientos y le ha conducido más allá de sus primeros intereses. Tuvo una actitud algo intransigente, en una primera fase, y más abierta a la modernidad, en una segunda etapa. No hay que olvidar que Maritain es un convertido, esto se nota en su obra y, a veces, también en su lenguaje.

Con este texto quisiera puntualizar el significado de esta doble conversión; quisiera analizar brevemente el itinerario espiritual e intelectual de Jacques Maritain, al menos tal como yo lo percibo, sin ninguna pretensión de agotar el tema, y con mucha libertad, aquella libertad que se debe tener también cuando nos confrontamos con los maestros, y que Maritain ha tenido confrontándose con Tomás de Aquino. Por otra parte, frente a una obra tan vasta como la de Maritain, no siendo filósofo de profesión, sería imprudente aventurarme en todos los temas. Más bien querría reflexionar sobre algunos aspectos de su obra, más ligados al movimiento interior de su conversión, y aquellos que además han sido menos estudiados. Querría hablar de su filosofía del arte y de la filosofía de la política; de su aportación al Concilio Vaticano II; de su interés por el mundo del trabajo y por las grandes civilizaciones y religiones; al final examinaré la última etapa de su vida, cuando se retira con los Hermanos de Jesús, comportamiento revelador de una cierta espiritualidad y de una cierta mística (…)

En conclusión, en relación con la conversión de Maritain, uno se puede preguntar cuánto ha influido el contexto general de aquellos años. Ciertamente algunos de los convertidos, o que estaban en vías de conversión, como Bloy y Peguy; y los ambientes constituidos en torno a ellos, han ejercido una influencia progresiva en la apertura a la fe, pero la de los Maritain ha recorrido un itinerario muy personal, sea sobre el plano estrictamente espiritual (aunque Bloy, e incluso su devoción mariana jugó un papel importante) como en el intelectual (no muchos adhirieron al tomismo, sino más bien se orientaban hacia cierto espiritualismo al estilo de Maurice Blondel). De frente a esta encuesta sobre la “generación de Agathon”, la propia Raïssa Maritain escribe: "Esas conclusiones eran motivo suficiente para conmovernos; mostraban que no estábamos aislados, ni éramos animales extraños tal como nos querían caracterizar. Y el camino que habíamos seguido hacía cinco o seis años, y aunque entonces no encontrábamos entre nuestros amigos quienes nos comprendieran, muchos jóvenes iniciarían esa marcha con posterioridad...".

En suma, tendría que pasar algún tiempo, tiempo de profunda reflexión personal, antes de que Maritain llegara a integrar, él mismo, parte del movimiento general; y entonces llegara a ser, él también, un “convertidor”, y uno de los mayores (...)

2. El Concilio Vaticano II

En relación con la religión católica cabe destacar que Maritain, que no fue ciertamente un “modernista”, aunque estuvo entre aquellos que prepararon el “aggiornamento” conciliar. De particular relevancia es la acción del filósofo antes, durante y después del Concilio Vaticano II. Su contribución, como señala indirectamente en Le paysan de la Garonne en el 1966, se refiere en particular a la Constitución Conciliar "Gaudium et spes", al Esquema XIII, y a la Declaración sobre la libertad religiosa Dignitatis Humanae; en el mismo sentido se pueden evocar las huellas de Maritain en Nostra Aetate.

Ya en Humanisme Intégral escribe que el poder político debe garantizar el derecho a la libertad de conciencia, también sobre el plano religioso, y éste es uno de los temas, junto a la libertad de elección de los católicos en política, por los que recibió duros ataques de parte de la revista "Civiltà Cattolica". El cardenal Montini, el futuro Papa Pablo VI, de quien se hace amigo durante su período como embajador en el Vaticano, lo defiende en el sexto congreso internacional del apostolado de los laicos, por lo que recibe prolongados aplausos. Montini utiliza también los argumentos de Maritain en un largo pasaje de su texto: "Los juicios y los votos para un buen éxito del Concilio", remitido el 8 de mayo 1960 a la comisión preparatoria del Concilio.

Durante el Concilio, Pablo VI consulta en muchas ocasiones a Maritain, tanto por carta como enviando a su secretario, monseñor Macchi a Toulouse, donde vivía entonces Maritain. Como consecuencia de las peticiones del Papa, el filósofo redactó cuatro memorandums: Sur la verité, La liberté religieuse, L'apostolat des laïcs y Prière commune et prière privée. En tales textos Maritain enfatiza la coexistencia entre el cristianismo y la democracia, respetando la verdad y la libertad en las relaciones entre el Estado y la Iglesia; afirmando el pluralismo político y la libertad religiosa como derechos de la persona.

La idea que la libertad de conciencia deriva de la dignidad misma de la persona, es defendida en el Concilio por el cardenal Journet, otro gran amigo de Maritain, en la sesión final referida a la Declaración Dignitatis Humanae, texto que se encuentra bajo la influencia próxima de Maritain, y se reconoce también, en particular, la del padre Curtney Murray. Al día siguiente de la Declaración, Pablo VI entrega al viejo filósofo, arrodillado en la escalera de san Pedro, el “Mensaje del Concilio Vaticano II a los hombres de pensamiento y de ciencia”, declarando: "L'Église vous est reconnaissant pour le travail de toute votre vie". Y en su primera encíclica, Populorum Progressio del 1967, Pablo VI cita Humanisme Intégral en la nota 4 del parágrafo titulado: "Hacia un humanismo planetario".

3. La atención particular al mundo del trabajo

Durante su larga existencia, Maritain fue sensible a todo aquello que provenía del mundo del trabajo, y tuvo contacto con los representantes del mundo laboral. Su ascendencia socialista ha tenido una influencia no efímera y su sensibilidad por los pobres fue incrementándose paulatinamente con el crecimiento de la fe cristiana.

En Humanisme Intégral escribe: "sea cuan graves fuesen sus errores e ilusiones, el socialismo ha sido en el siglo XIX una protesta de la conciencia humana y de sus instintos más generosos contra los males que gritaban al cielo […] y ha conducido una lucha áspera y difícil, en la cual han sido profusos e innumerables los sacrificios, y fueron de la más conmovedora calidad humana: eran los sacrificios de los pobres. (El socialismo) Ha amado a los pobres. Y sólo se le puede criticar desde el punto de vista de la eficacia, permaneciendo deudor de él en múltiples puntos". Es preciso partir desde aquí para comprender lo que escribirá luego al respecto; y es preciso comprender, además, el sentido de su acción en el plano social. Se sabe que Maritain fue cercano a los sindicatos cristianos en Francia y que escribió para "Masses ouvrières"; en el 1937 pronunció la conferencia de apertura del congreso de las Confederaciones Internacionales de los sindicatos cristianos en París, sobre el tema “La persona humana en general”. Por medio del padre Jacques Loew, abogado prestigioso, luego fraile dominico, y uno de los primeros curas obreros, estibador en el puerto de Marsella, trabó relación con la Mission de France, y, en general, con la experiencia de estos sacerdotes comprometidos en la primera línea.

En los Estados Unidos establecerá una relación duradera con el Catholic Work Movement, conducido por Dorothy Day, una convertida de gran personalidad, que había fundado en el 1933, durante la depresión económica, unos albergues para los trabajadores pobres o en paro. “Mientras era considerado marginal por la mayor parte de la jerarquía, este Movimiento Católico Laboral se convirtió en un centro de gran fermento y entusiasmo. Era uno de los pocos grupos católicos profundamente comprometidos con el movimiento por los derechos civiles". El filósofo tenía contactos intensos también con un sindicalista muy conocido, Saul Alinski, a quien en Le Paysan de la Garonne, llega a considerarlo incluso como uno de los tres revolucionarios de la época, junto a Eduardo Frei y a sí mismo.

En el libro Les droits de l'homme et la loi naturelle el filósofo distingue entre los derechos de la persona humana en cuanto tal, los derechos de la persona cívica, y los derechos de la persona trabajadora, esto comporta la distinción entre los derechos económicos, sociales y culturales, con particular referencia al derecho de los trabajadores. 

En su Confession de Foi escribe: "Quien ha meditado sobre la historia del movimiento obrero comprende que el problema temporal y espiritual de la reintegración de las masas en la sociedad y en la iglesia, es el problema central de nuestro tiempo.

4. El diálogo intercultural e interreligioso

Maritain mostró siempre un gran interés en el diálogo con otras culturas y religiones. En Religion et culture, de 1930, afirma que el cristianismo debe animar profundamente la cultura, sin agotarse en una forma de cultura dada: y por ello pueden darse diversas civilizaciones animadas por el mismo espíritu cristiano. Será el propio Maritain quien dará aliento a Olivier Lacombe para estudiar el hinduismo, y a Louis Gardet el islamismo. Junto a ellos, a Meudon, en los célebres encuentros en la casa de los Maritain, asistían el padre Vincent Lebbe (una especie de padre Ricci para la China), el padre Charles Henrion (fundador de la comunidad de monjes eremitas de Sifi Saad en Túnez a la cual se adhirieron también algunos amigos de Maritain, como Mercedes de Gournay). El grupo también era frecuentado por el gran islamista Louis Massignon y otros interesados en el universo de las grandes religiones. Jean Cocteau, en su bellísima correspondencia con Maritain, escribe cómo se convirtió en Meudon, delante del corazón y la cruz del hábito del padre Henrion, similar al hábito del padre Carlos de Foucauld.

Es bien conocido el interés de Maritain por el judaísmo, incluso a causa de su esposa y de Leon Bloy, que había escrito Les salut par les Juifs, con quien compartía la tesis de san Pablo que el fin del mundo y el juicio universal tendrán lugar sólo después que los judíos se conviertan; tesis explícita del libro de Maritain publicado en 1938, titulado Los judíos entre las naciones.

Menos conocida es la atracción del filósofo por el Islam. Él está atento a las conversiones de esta religión con el catolicismo, y al retorno a la fe cristiana de algunos que han venido trayendo sus contactos con la espiritualidad musulmana y su búsqueda del absoluto. Es el caso de Ernest Psichari, Carlos de Foucauld, Herbert Lyautey y Louis Massignon, quien había estudiado la obra de Hallaj, el místico musulmán crucificado en el 992 en Bagdad por defender la idea del amor de Dios en la tradición musulmana.

Sobre su conversión escribirá Massignon: “Digo que somos muchos en Francia los que hemos recibido en el desierto árabe esta atracción por parte del Islam, lo que es una gracia, que nos ha permitido que podamos reencontrar a Dios, en su Cristo, para adorar Su Trascendencia".

Será precisamente el vínculo con Massignon, y de éste con Carlos de Foucauld, lo que suscitará más tarde el interés de Maritain por los Hermanos de Jesús, que se inspiraban en la espiritualidad promovida por de Foucauld.

En su obra De l'Église du Christ de 1967, Maritain advierte cómo "elementos de la Iglesia" pueden encontrarse presentes más allá de los confines visibles de la Iglesia, en las otras religiones monoteístas, como el Islam y el Judaísmo; estos elementos se encuentran también en las grandes religiones de Oriente, como el Hinduismo y el Budismo, lo cual facilita mucho la posibilidad de un diálogo interreligioso.

Roberto Papini

Secretario General del Instituto Internacional Jacques Maritain

Cf. http://www.maritainargentina.org.ar/pagina_nueva_1.htm (31 enero 2011)
 

 

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