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La oración del abandono a la luz de la Biblia

En el número de noviembre-diciembre del año 1980 (BOLETÍN Época V, n. 24 80/6, pp- 46-48) que llevaba por título "Pongo mi vida en tus manos", Antonio Rodríguez Carmona escribía este artículo que ahora recuperamos.

1. La oración de Abandono nació de la meditación del Evangelio. Por eso es natural que toda ella esté penetrada del espíritu del Evangelio, ofreciendo una síntesis del núcleo del mensaje de Jesús: paternidad de Dios y Reino de Dios con todo lo que ello implica.

2. Padre mío.

Es la gran revelación de Jesús. San Lucas dice que Jesús reveló esta extraordinaria novedad, dirigida especialmente a los pequeños, en contexto de oración de alabanza y gozo: "En aquel momento se llenó Jesús de gozo en el Espíritu Santo, y dijo: Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios y prudentes y se las has revelado a pequeños. Sí, Padre, pues tal ha sido tu beneplácito. Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce quien es el Hijo, sino el Padre; y quien es el Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar" (Lc. 10, 21-22).

3. Me abandono a Ti.

Como Jesús en Getsemaní: "y adelantándose un poco, cayó en tierra y suplicaba que, a ser posible, pasara de él aquella hora y decía: ¡Abbá, Padre!, todo es posible para tí; aparta de mí este cáliz; pero no sea lo que yo quiero sino lo que quieras tú" (Mc. 14, 35-36).

Es la actitud propia del que cree que Dios es Padre que nos ama y ha establecido un plan de salvación en favor nuestro: "Sabemos que Dios hace cooperar todas las cosas para bien de los que le aman; de aquellos que han sido llamados según su designio.

Pues a los que de antemano conoció, también los predestinó a reproducir la imagen de su Hijo, para que fuera él el primogénito entre muchos hermanos; y a los que predestinó, a ésos también los llamó; y a los que llamó, a ésos también los justificó; y a los que justificó, a esos también los glorificó. Ante esto ¿qué diremos? Si Dios está por nosotros ¿quién contra nosotros? …"(Rom. 8,28-31)

Por ello vale la pena fiarse del Padre y de su plan. Todo tiene sentido para el creyente y no hay que temer. Esto es propio de paganos, es decir, de gente que cree en Dios, pero no creen que sea Padre: "Pues si a la hierba del campo, que hoy es y mañana va a ser echada al fuego, Dios así la viste ¿no lo hará mucho más con vosotros, hombres de poca fe? No andéis pues, inquietos, diciendo ¿qué vamos a comer? ¿qué vamos a beber? ¿con qué nos vamos a vestir? Que por todas esas cosas se inquietan los gentiles; y ya sabe vuestro Padre del cielo que tenéis necesidad de todo eso. Buscad primero su Reino y su justicia, y todas esas cosas se os darán por añadidura" (Mt. 6, 30-33). "No temáis a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma; temed más bien a Aquél que puede llevar a la perdición alma y cuerpo en la gehenna. ¿No se venden dos pajarillas por un as? Pues bien, ni uno de ellos caerá en tierra sin el consentimiento de vuestro Padre. En cuanto a vosotros, hasta los cabellos de vuestra cabeza están contados. No temáis, pues, vosotros valéis más que muchos pajarillos" (Mt. 10, 28-31).

4. Haz de mí lo que quieras. Lo que hagas de mí te lo agradezco.

Me fío de ti, Señor, y sé que tu plan es lo mejor. Por eso te lo agradezco, pues esta es la actitud propia de un hijo: "Santificado sea tu nombre" (Mt. 6, 9).

"Dad gracias continuamente y por todo a Dios Padre, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo" (Ef. 5, 20). "Cantad agradecidos a Dios en vuestros corazones, con salmos, himnos y cánticos inspirados, y todo cuanto hagáis, de palabra o de obra, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias por su medio a Dios Padre" (Col. 3, 16-17). "En todo dad gracias, pues esto es lo que Dios quiere de vosotros, en Cristo Jesús" (I Tes. 5,18).

5. Estoy dispuesto a todo, lo acepto todo.

Dispuesto a toda obra buena: "dispuestos a toda obra buena" (II Tim. 2,21; Tit. 3,1). Dispuesto a morir por Jesús: "Entonces Pablo dijo: ¿Por qué habéis de llorar y destrozarme el corazón? Pues yo estoy dispuesto no sólo a ser atado, sino a morir también en Jerusalén, por el nombre del Señor Jesús" (Hch. 21, 13).

Dispuesto a vigilar constantemente, acogiendo a Jesús en los diversos momentos y formas en que se nos acerca: "Por eso vosotros estad preparados, porque en el momento que no penséis, vendrá el Hijo del hombre… Mientras fueron a comprar el aceite, llegó el novio y las que estaban preparadas entraron con él al banquete de boda, y se cerró la puerta... Porque tuve hambre y me disteis de comer..." (Mt. 24, 44; 25, 10. 35ss.).

Dispuesto a todo lo que sea necesario para amar y servir: "Me alegré mucho en el Señor de que ya al fin hayan florecido vuestros buenos sentimientos para conmigo… Ya los teníais, sólo que os faltaba ocasión de manifestarlos. No lo digo movido por la necesidad, pues he aprendido a contentarme con lo que tengo. Sé andar escaso y sobrado. Estoy avezado a todo y en todo: a la saciedad y al hambre; a la abundancia y a la privación. Todo lo puedo en Aquel que me conforta" (Flp. 4, 10-13).

6. Con tal que tu voluntad se haga en mí, en todas tus criaturas.

Esto es realmente lo importante "pues mejor es padecer, haciendo el bien, si tal es la voluntad de Dios, que hacer el mal" (1Pe. 3, 17). "No todo el que dice Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre, que está en los cielos" (Mt. 7, 21).

Así vivió Jesús y así debe vivir el cristiano: "Les dice Jesús: Mi alimento es hacer la voluntad del que me ha enviado y llevar a cabo su obra" (Jn. 4, 34).

"No busco mi voluntad sino la voluntad del que me ha enviado" (Jn. 5, 30). "Hágase tu voluntad" (Mt. 6, 10).

La voluntad de Dios es dar vida al hombre y crear un mudo fraternal y filial: "Esta es la voluntad de mi Padre: que todo el que vea al Hijo y crea en él, tenga vida eterna y yo lo resucitaré en el último día" (Jn. 6, 40). "De la misma manera no es voluntad de vuestro Padre celestial que se pierda uno de estos pequeños" (Mt. 18, 14).

Así nace una nueva familia y una vida permanente: "El que hace la voluntad de Dios permanece para siempre" (1 Jn. 2, 17).

"Todo el que hace la voluntad de mi Padre celestial, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre" (Mt. 12, 50).

Este es el contexto para descubrir a Jesús y su mensaje: "Mi doctrina no es mía, sino del que me ha enviado. El que quiera cumplir su voluntad, verá si mi doctrina es de Dios o hablo yo por mi cuenta" (Jn. 7, 17).

7. No deseo nada más, Dios mío.

Lo importante es el Reino y su justicia (Mt. 6, 33).

8. Pongo mi alma en tus manos, te la doy, Dios Mío.

Con la misma confianza que Jesús: "y Jesús, dando un fuerte grito, dijo: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu. Y dicho esto, expiró" (Lc. 23, 46). "El Padre me ama, porque doy mi vida, para recobrarla de nuevo. Nadie me la quita; yo la doy voluntariamente… " (Jn. 10, 17 55.).

9. Con todo el amor de mi corazón, porque te amo, y para mí amarte es darme, entregarme en tus manos sin medida, con infinita confianza, porque Tú eres mi Padre.

La entrega es propia del amor: "Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por los amigos" (Jn. 15, 13). "En esto hemos conocido lo que es el amor: en que él dio su vida por nosotros.

También nosotros debemos dar la vida por los hermanos" (1 Jn. 3, 16)

"En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados" (1 Jn. 4, 10).

"La caridad es paciente, es servicial; la caridad no es envidiosa, no es jactanciosa, no se engríe; es decorosa, no busca su propio interés…"(I Cor. 13, 4 ss.).

Se cree en general que el abandono es pasividad. Nada más ajeno a él. Entregarse a los demás es abrirse, es dejarse invadir, es estar disponible. Si esto es cierto frente a nuestro prójimo, con mayor razón lo es frente a nuestra actitud con Dios. Pero también es actuar.

Para el cristiano no existe el fatalismo de dejar correr los acontecimientos mirándolos desde el balcón. Hay que construir el Reino, hay que hacer tangible el rostro de Cristo en el Mundo”.

M. de B.,”Tanteando el camino”,

en BOLETÍN (Ed. Latinoamericana, 14-15 (1967)

El Reino de Dios sufre violencia (El Abandono), 144

 

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