El Desierto en la espiritualidad foucauldiana El desierto y el hermano carlos de foucauld El atractivo por el desierto se manifestó espontáneamente en el P. de Foucauld desde antes de su conversión, en la medida en que se iba acercando a Dios. Este atractivo se desarrolló en él, para responder a una necesidad existente, cada vez más urgente, de vivir con Dios solo. Sin embargo, jamás sintió en su interior una llamada para retirarse definitivamente al desierto, lejos de las relaciones humanas: su vocación sigue siendo la vocación de Nazaret. El destino del Hermano Carlos le conducía, sin embargo, a vivir habitualmente en el desierto, sin que esta elección aparezca por lo mismo motivada por un deseo de huir de los hombres. Cada vez que se interna más adelante en la inmensidad del Sahara, es siempre con miras a ponerse en contacto con unos pueblos más abandonados. Beni-Abbés, Tamanrasset, el Ase-Krem, revestirán siempre el significado simultáneo del desierto y de la presencia entre los hombres. Alternativamente el Hermano Carlos busca el contacto con los hombres o bien se interna en el desierto como el lugar de encuentro con su Dios. Hay en él una evolución, desde la redacción de las primeras Reglas en 1896, en que concibe la vida de sus hermanos como “Ermitaños” por “el gran recogimiento en que deben vivir, aún cuando estén varios juntos”, hasta su experiencia de Beni-Abbés y Tamanrasset, donde buscará la soledad a intervalos, bien sea en su ermita, bien sea en el curso de sus viajes a través del desierto. Pero es un mismo espíritu el que empuja al Hermano Carlos a mezclarse con la muchedumbre de los hombres a subir a la montaña solo, frente al Dios que salva. Es siempre una exigencia del amor. Un amor que se deriva de tomar a su cargo, casi pastoralmente, a los hombres con quienes él vive. Es, como en Jesús, un estado extremo de oración. Y también, como Jesús, este amor que a veces le lleva al desierto y otras a vivir entre los hombres, le hará desear terminar su vida con el martirio, último desierto hacia la tierra prometida. “Los sufrimientos… son la cosa más preciosa que podemos ofrecer a Dios… Nuestro anonadamiento es el medio más poderoso que tenemos para unirnos a Jesús y hacer bien a los hombres… Cuando se puede sufrir y amar… se puede lo más que se puede en este mundo…” los hermanitos y hermanitas y el desierto También los Hermanitos están llamados, a causa de su vocación para la vida de Nazaret, a vivir periódicamente en el desierto. Para quienes comienzan la vida de Hermanitos, con el fin de iniciarse en la oración contemplativa dentro del marco de una vida de Nazaret más solitaria; para todos los demás, para realizar la vida de adoración y de intercesión, cuya intensidad requiere como de sí misma lo absoluto del desierto. La llamada al desierto no procede pues, de una vocación permanente de solitario, que lleva tras de sí la separación de los hombres como elemento esencial y permanente para el logro de la santidad, sino de su vocación de adoración e intercesión, nacida de la exigencia de amor a Dios y a los hombres. Es precisamente en el sentido de esta oración desnuda y solitaria de aquel que esta comprometido por vocación en el misterio de la Redención de los hombres, donde se sitúa la llamada sentida por un Hermanito para la oración solitaria en el desierto. Se trata aquí de una verdadera consumación de su vocación apostólica, suponiendo la muerte de sí mismo y una gran disponibilidad interior para la caridad de Jesús, de suerte que toda la vida esté como dominada por la inquietud de la salvación de los hombres. Un Hermanito generosamente fiel a la gracia de su vocación, experimentará, por tanto, en cierto momentos, la necesidad de una oración pura de intercesión, a la manera de Jesús en su vida pública, bien sea que experimente la angustia de la salvación de tal o cual hombre o la de aquellos a quienes es enviado, bien sea que tenga conciencia de que el mal es tan grande y la acción, aún evangélica, tan impotente, que sólo la oración pura pueda llevarle ventaja: “Ese linaje, con nada puede salir si ni es con oración y ayuno”. las fraternidades sacerdotales y seglares y el desierto “Lo que digo sobre el desierto en la vida de los Hermanitos, es igualmente cierto que los seglares y sacerdotes, en la medida en que Dios les hizo tener conciencia de esta posibilidad de acción contemplativa, consecuencia normal de la vocación al amor de todo miembro del Cuerpo místico de Jesús” dice el P. Voillaume. La experiencia de desierto es, en cualquiera de sus dimensiones, un dato importante en el camino espiritual de los miembros de las Fraternidades. Situados en “el corazón de la Iglesia”, madurados en esa vocación, presentes entre los últimos y buscando a Dios con todo ardor. El desierto inicia y madura la dimensión contemplativa. La oración pura de fe, tiene un marco ideal en el desierto. En él se descubre y crece. La búsqueda de soledad es una necesidad acuciante de quien es movido sólo por el amor. ¿Es posible crecer contemplativamente, sin tener experiencias de soledad? También nuestra preocupación por los hombres y la cercanía a sus sufrimientos, nos llevará algunas veces al desierto a gritarle a Dios a favor de ellos: “El desierto es un estado extremo de oración”. El desierto nos purifica a niveles profundos, nos suelta de nuestros miedos, de nuestras falsas defensas, va ayudando a emerger nuestro verdadero yo. Por eso es una gran miedo para lograr unos encuentros fraternales cada vez más veraces. ¡Cuántas veces nuestra vida fraternal se ve falseada o impedida por no ser verdaderamente nosotros…! Por eso la experiencia mensual de desierto es algo que hay que tomarse muy en serio, como el clima previo imprescindible a nuestra revisión de vida mensual. ¡Cuánta diferencia hay entre la revisión de vida que brota después de una jornada de desierto y aquella no preparada con él…! El desierto forma parte de la fisonomía de las Fraternidades. Es un medio rudo, pero derecho. Posiblemente sin él, Carlos de Foucauld no sería quien es. ¿Podemos decir que sin él tampoco nosotros llegaremos a ser quienes estamos invitados a ser? desierto y revisión de vida “La Revisión de Vida se prepara preferiblemente en el desierto, siempre en la oración y si es posible por escrito. Mejor es no hacerla que improvisarla. Supone un clima de oración, escucha de la Palabra de Dios, atención de unos para con otros. No hay que temer los momentos de silencio. Hay que tener el valor de interrogarse mutuamente, con delicadeza, pero con franqueza, sin miedo a las tensiones y a los posibles enfrentamientos” (Directorio Fraternidad Sacerdotal) Anónimo
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