CARLOS DE FOUCAULD: UNA VIDA DESCONCERTANTE | “La vida de Carlos de Foucauld fue una sucesión de movimientos dislocados, de épocas de las que cada una es como volver del revés la anterior, que traen consigo un nuevo punto de partida, a veces un absolutol volver a empezar” A. Chatelard (Hermano de Jesús). NACIMIENTO: 1858 | 15 de septiembre de 1858, en Estrasburgo, en una familia noble, que tiene como divisa “No retroceder” (“Jamais arrière”). Bautismo. |
INFANCIA – JUVENTUD: 1858 – 1876 | Carlos tiene una hermana, María, tres años menor que él. | | Mueren sus padres, en corto plazo, en 1864. Carlos llevará por ello una herida muy honda. | | Los huérfanos son confiados al abuelo materno, coronel Morlet, bondadoso pero débil. |
«Yo, que estuve rodeado desde mi infancia de tantas gracias, hijo de una madre santa...» Nov. 1897
| Tras la guerra franco-alemana de 1870, Francia pierde Alsacia y Lorena. La familia deja Estrasburgo y se va a Nancy, optando por la nacionalidad francesa. | | Estudios secundarios en Nancy, y luego en París, en los Jesuitas, donde hace el Bachillerato y comienza el año de preparación para Saint Cyr (Academia Militar). Por perezoso e indisciplinado lo expulsan a mitad de curso. Carlos sitúa su pérdida de la fe al final de sus estudios de secundaria, hacia los 16 años. |
VIDA MILITAR: 1876 – 1881 | 1876: ingresa en Saint Cyr. | | 1878: Muere su abuelo en marzo; hereda una enorme fortuna, que irá dilapidando. Ingresa en octubre en la Academia de Caballería de Saumur; saldrá en 1879, con el puesto 87º sobre 87. |
«Me iba alejando de Vos, Señor, cada vez más. Toda fe había desaparecido de mi vida» Retiro, Nov. 1897
| En la Academia lleva una vida de juerguista y multiplica los actos de indisciplina y excentricidad (p.ej,, estando de guardia deja su puesto, se disfraza de pordiosero...). Dibuja y se cultiva, leyendo mucho. | | 1879: De guarnición en Pont-à-Mousson, derrocha más y más su dinero, vive a lo grande, y se lía con una joven de mala reputación, Mimí. | | Su Regimiento es enviado a Argelia. Se lleva a Mimí, haciéndola pasar por su mujer. Cuando se descubre el engaño, el ejército le ordena que la despida. Carlos se niega y prefiere pasar a la reserva, por «indisciplina acompañada de notoria mala conducta». Se vuelve a Francia, a vivir en Evian. | | 1881: Se entera de que su Regimiento participa en una peligrosa campaña en Argelia. Deja a Mimí, solicita el reingreso y se une a sus camaradas. | | Durante ocho meses demuestra ser un excelente oficial, apreciado tanto por los jefes como por los soldados. |
VIAJES DE EXPLORACIÓN: 1882 – 1886 | Seducido por el África del Norte, pide la baja en el ejército y se traslada a Argel para preparar científicamente un viaje de exploración de Marruecos. Estudia árabe y hebreo. |
«El Islam me ha provocado una honda convulsión» Carta del 8 Ene 1901
| Junio de 1883 - mayo de 1884: Recorre clandestinamente Marruecos, disfrazado de rabino, con el Rabino Mardoqueo como guía. Su vida peligra en varias ocasiones. Queda impresionado por la fe y la oración de los Musulmanes. | | 1884: Carlos de Foucauld tiene novia en Argel, pero rompe el compromiso porque su familia se opone a este matrimonio. | | 1885: recibe la medalla de oro de la Sociedad francesa de Geografía, por el informe de su exploración de Marruecos. | | 1885 – 1886: Viaja por los oasis del sur de Argelia y de Túnez. | | 1886: Vuelto a Francia; reencuentro con su familia, especialmente con su prima Marie de Bondy. | | Escribe el libro «Reconnaissance au Maroc». | | Vive austeramente como un asceta. | | Se interroga acerca de la vida interior y la espiritualidad. Sin fe, entra en los templos, y repite esta extraña oración: «Dios mío, si existes, haz que te conozca». |
CONVERSIÓN: 1886 – 1889 | 1886, finales de octubre: entra en la iglesia de San Agustín, en París, para pedirle al P. Huvelin (a quien conoció por Marie de Bondy) que le dé clases de religión. | | El P. Huvelin le dice que se confiese y comulgue a continuación. |
«Tan pronto como creí que existía Dios, me di cuenta de que no podía hacer otra cosa que vivir para Él». Carta de Agosto 1901
| 1887 – 1888: Vive en familia, fuera de París, en casa de su hermana Marie; comienza a pensar en la vida religiosa. | | Diciembre 1888 – enero 1889: Carlos está en Tierra Santa. Nazaret le marca fuertemente. | | Vuelve a Francia, da todos sus bienes a su hermana. Hace varios retiros buscando una Orden en la que ingresar. | | Se siente llamado a vivir «la vida oculta del humilde y pobre obrero de Nazaret». | | Le parece que la Trapa es lo que más le conviene. |
VIDA RELIGIOSA: 1889 - 1897 | 1890, 16 de enero: ingresa en la Trapa de Ntra. Sra. de las Nieves, en Francia. | | Seis meses después, parte para Akbés (Siria), a una Trapa mucho más pobre. |
«Mi vocación religiosa data del mismo momento de mi conversión: Dios es tan grande...». Agosto, 1901
| Hace un primer proyecto de congregación religiosa “a su manera”. «Suspiro por Nazaret», escribe. | | Solicita la dispensa de sus votos. En octubre de 1896 le envían a estudiar a Roma. | | Enero 1897: El Abad general de los Trapenses le deja libre para seguir su vocación. |
NAZARET: 1897 – 1900 | Desde marzo de 1897 vive en Nazaret, como criado de las Clarisas. Vive en una caseta, fuera de la clausura. |
«Para parecerse aún más a Jesús...» agosto, 1901 | «Obtuve permiso para irme solo a Nazaret y vivir allí incógnito, como obrero, de mi trabajo cotidiano. Soledad – oración – adoración – meditación del Evangelio – trabajo humilde». |
«Por el solo hecho de celebrar la Misa..., daré a Dios la mayor gloria y haré a los hombres el mayor bien» Carta de abril de 1901
| Se queda allí 4 años. Poco a poco, las Clarisas y su confesor, el P. Huvelin, lo convencen para que pida la ordenación sacerdotal. | | Vuelve a Francia, a Ntra. Sra. de las Nieves, para prepararse. | | 9 de junio de 1901: se ordena sacerdote. |
BENI-ABBÉS Y LOS RECORRIDOS ENTRE LOS TUAREG: 1901 – 1906 | 1901, septiembre: Carlos de Foucauld llega a Argel. Va a establecerse en Beni-Abbés, donde construye una fraternidad para fundar una comunidad de monjes. | | Alerta a sus amigos y a las autoridades sobre el drama de los esclavos. | | Rescata algunos esclavos. |
«Continuar en el Sahara la vida oculta de Jesús en Nazaret, no para predicar sino para vivir en la soledad, la pobreza, el trabajo humilde de Jesús». Abril, 1904
| 1905: Realiza varios recorridos por territorio de los Tuareg. | | Aprende su lengua. | | Nunca hasta entonces ha llegado ningún sacerdote hasta ellos. | | Redacta para ellos un catecismo y comienza a traducir el Evangelio. | | 1906: Se le agrega un compañero, por fin. Pero muy pronto el hno. Miguel cae enfermo y se va.. |
TAMANRASSET - 3 VIAJES A FRANCIA: 1907 – 1916 | 1907, julio: Carlos se instala en Tamanrasset. Emprende un enorme trabajo científico sobre el idioma de los Tuareg, sus cantos, sus poemas. Toma a uno del país como ayudante. |
«Mi apostolado debe ser el de la bondad. Que al verme, digan: “Si este hombre es bueno... su religión debe ser buena”». 1909
| Es el único cristiano. No le está permitido celebrar la Eucaristía. Pero decide quedarse... por aquellos hombres. Esto durará seis meses. Obtendrá autorización para celebrar solo, pero no para tener la Reserva eucarística. | | 1908, enero: enferma de agotamiento. Los Tuareg lo salvan, compartiendo la poca leche de cabra que queda en una época de gran sequía. Carlos está en la impotencia, dependiente de sus vecinos... Se da cuenta de que la amistad, el amor a los hermanos, pasa por el intercambio, la reciprocidad. | | 1909 – 1911 - 1913: Hace tres viajes a Francia para presentar su proyecto «de unión de hermanos y hermanas del Sagrado Corazón», asociación para la conversión de los infieles. «Cristianos fervorosos, de cualquier condición, capaces de dar a conocer con su ejemplo la religión cristiana, de dar a “ver” el Evangelio con su vida» (Reglamento – Consejos. 1911 – 1913). | | Estalla la guerra en Europa. Carlos de Foucauld permanece en Tamanrasset por consejo de Laperrine, un militar amigo suyo. | | 1915: El desierto se agita: amenazadoras incursiones de marroquíes, Senusitas de Libia. |
ÚLTIMO AÑO - MUERTE: 1916 | Se construye un fortín en Tamanrasset para proteger a la población. Carlos de Foucauld se traslada allí, solo, esperando alojar a la gente de los alrededores en caso de peligro. |
«Nuestro anonadamiento es el medio más poderoso que tenemos para unirnos a Jesús y hacer bien a las almas». Carta de 1º de diciembre, a Marie de Bondy
| Continúa trabajando en los poemas y proverbios Tuareg. | | 1º de diciembre de 1916: Unos Tuareg de influencia senusista, lo sacan del fortín, se apoderan de él y lo atan. | | Durante el saqueo, inesperadamente se anuncia que vienen algunos soldados. Es el desbarajuste... Hay un disparo. Lo matan. Sus despojos son enterrados en el foso que rodea el fortín. |
«Cuando el grano de trigo caído en tierra no muere, se queda solo; si muere, da mucho fruto; yo no he muerto, así que estoy solo... Pida por mi conversión, para que muriendo, dé fruto». a Suzanne Perret
| A su muerte, Carlos de Foucauld está solo... o casi. En Francia, son 49 los inscritos en la Unión de hermanos y hermanas del Sagrado Corazón de Jesús, que consiguió fuese aprobada por las autoridades religiosas. | | En 2005: 19 grupos distintos, de laicos, sacerdotes, religiosos o religiosas viven el Evangelio por todo el mundo ayudados por las intuiciones de Carlos de Foucauld. |
| CARLOS DE FOUCAULD 1858-1916 Ecos de su vida | La vida de Carlos de Foucauld, desde muchos puntos de vista, no fue una vida corriente pero el dinamismo que manifiesta es elocuente. Merecen ponerse de relieve algunos momentos de su historia, portadores en sí mismos de un mensaje: será el objetivo de este resumen biográfico. Irá seguido de una breve síntesis de las intuiciones que lo guiaron y que puede descubrir todo el que quiera repasarlo, por poco que se tome el trabajo de penetrar en el sentido de sus comportamientos y actividades, lo cual exige adentrarse en su correspondencia y en sus escritos espirituales. Por eso será necesario hablar también de la actualidad de este testigo y de la fecundidad de su carisma, como atestiguan los grupos que ayer y hoy han seguido sus pasos. Algunas citas de sus notas personales y de sus cartas destacarán los distintos aspectos de su mensaje. Las frases de introducción que sirven de subtítulos se han extraído de las cartas que envió entre 1901 y 1916 a uno de sus amigos, Henry de Castries. ¿Qué milagro de la infinita misericordia de Dios me ha llevado tan lejos? (14 de agosto de 1901) Carlos de Foucauld nació en Estrasburgo (Francia) el 15 de septiembre de 1858. Tuvo una hermana, Marie, tres años más joven que él, que se casó en 1884 con Raymond de Blic. Los dos niños quedaron huérfanos en 1864. Carlos tenía entonces seis años. Su abuelo materno lo recoge junto con su hermana y se encarga de su educación. Después de la guerra de 1870 y la anexión de Alsacia por Alemania, elige para ellos la nacionalidad francesa y se traslada a Nancy. Carlos sigue sus estudios en el instituto de esta ciudad. La formación cristiana de su infancia le permite hacer con fervor su Primera Comunión en 1872, pero no será lo bastante sólida para ayudarle en su adolescencia y, a partir de 1874, pierde la fe. Habiendo optado por hacerse militar, prepara su ingreso en la Academia de Saint-Cyr, donde es admitido en 1876. Subteniente de caballería, lleva una vida bastante desordenada, lo que no le impide mostrarse valiente en las operaciones militares en las que participa en el Oeste de Argelia. En 1882, presenta su dimisión en el Ejército y al año siguiente emprende un viaje de exploración a Marruecos. El éxito de esta arriesgada expedición que realiza en once meses, disfrazado de rabino y sumergido en el mundo musulmán, le vale honores y consideración y le abre las puertas del mundo de los geógrafos y los exploradores. Una gracia interior extremadamente fuerte me empujaba (14 de agosto de 1901) Pero en ese momento le invade una inquietud religiosa. Bajo la influencia discreta de su familia que reencontró en París, trata de recibir clases de religión y pide ayuda a un sacerdote para ilustrarse sobre la religión católica. Habla con este sacerdote, el P. Huvelin, a finales de octubre de 1886, en la iglesia de San Agustín en París. En vez de clases de religión, el sacerdote, que lo guiará desde entonces, le invita a confesarse y a comulgar: para Carlos significa la conversión, un momento de gracia que le va a cambiar la vida. Decidido a no vivir en adelante sino para ese Dios de Jesucristo que ha venido a su encuentro, hace, por encargo de su director espiritual, una peregrinación a Tierra Santa. Allí descubre cómo fue la vida humilde y oculta de Dios encarnado en la persona de Jesús, obrero pobre en Nazaret. Atraído por el deseo de amarlo e imitarlo con todas sus fuerzas, decide hacerse monje trapense. Ingresa en el monasterio de Ntra Sra de las Nieves (Notre Dame des Neiges) en 1890, con vistas a ocultarse para siempre en una pobre Trapa de Siria, e intenta adelantar cada vez más en la imitación de la vida de Jesús en Nazaret. Seis años más tarde, solicita dejar la Trapa; se le concede en febrero de 1897, y le autorizan a seguir su vocación personal. Siguiendo el consejo del P. Huvelin, vuelve a Nazaret, solicita poder vivir a la puerta del convento de las Clarisas, y se hace su criado. Vive así como ermitaño sumergido en la oración, la pobreza y la búsqueda de la voluntad de Dios sobre él. Al cabo de tres años, habiendo tomado como lema IESUS CÁRITAS (Jesús Amor) y como símbolo un Corazón coronado por la Cruz, el deseo de imitar a Jesús en su Caridad universal le lleva a aceptar la perspectiva del sacerdocio, para el que se prepara en la Trapa de Notre Dame des Neiges; el 9 de junio de 1901 es ordenado sacerdote de la diócesis de Viviers: por esta razón podrá ser beatificado con la cualificación de "sacerdote diocesano". Acabo de ser ordenado sacerdote y hago gestiones para continuar en el Sahara la vida oculta de Jesús en Nazaret. (14 de agosto de 1901). Para irradiar el Amor, la Caridad divina, y llevar la presencia eucarística a los pobres de las regiones no evangelizadas, piensa ir al sur de Marruecos, donde estuvo antes, y para ello se establece en Beni-Abbés, no lejos de la frontera entre Argelia y Marruecos. En las cercanías de este oasis, construye no una ermita sino una fraternidad, es decir, una casa abierta a todos: cristianos, musulmanes, judíos... Quiere ser para cada uno un hermano y un amigo. Disponible para los pobres, rescatando esclavos, acogiendo a los soldados de la guarnición, hospedando a los viajeros, pasa largas horas en oración de noche y de madrugada. En la pared de la capilla, detrás del altar, había dibujado una gran imagen del Sagrado Corazón "con los brazos abiertos para abarcar; abrazar, llamar a todos los hombres y darse a todos". Le hubiera gustado que llegase a la Fraternidad algún compañero más, para irradiar juntos la Caridad y el Evangelio, para vivir en grupo como "hermanitos del Sagrado Corazón de Jesús", con un Reglamento que había redactado en Nazaret. Desea así mismo que haya "hermanitas" que con su acogida y sus cuidados den testimonio de la bondad del Corazón de Jesús. Pero no vendrá nadie. Y el proyecto de Marruecos no llega a realizarse. En 1904, gracias a un oficial amigo suyo, puede dirigirse al sur argelino. Sabe que es el único sacerdote con posibilidades de llegar hasta la región de los Tuareg y ponerse en contacto con sus tribus, aún más olvidadas que la población de Beni-Abbés. Ve en ello una señal de Dios, y Mons. Guérin, el primer prefecto apostólico del Sahara, acepta que se quede en el Hoggar. Carlos se establece en 1905 en Tamanrasset, el único europeo en este pueblo de una veintena de chozas que albergan a algunas familias tuareg. Los comienzos son difíciles y las condiciones de vida, duras. Poco a poco, lo van aceptando y son estos mismos Tuareg quienes le ayudan cuando cae enfermo. Seguirá solo en lo que es su "Nazaret", pero estar solo en medio de la gente le parece bien: «hay acción, aún sin hacer gran cosa, porque uno llega a ser del país, a hacerse abordable y muy pequeño». Aprende su lengua para aproximarse a ellos, para comprenderlos y reconocerlos en la dignidad y los valores de su propia cultura. Para proteger y conservar el dialecto del Hoggar, lleva a cabo un trabajo lingüístico y científico único y considerable, queriendo quedar en el anonimato. En 1911 pasa cinco meses en la altiplanicie del Assekrem, un lugar donde esperaba ver mucha gente. En el contexto de su tiempo, utilizando lo mejor posible los recursos aportados por la nación colonizadora que es Francia, intenta sin cesar promover el progreso humano, intelectual y moral de los habitantes del desierto, preparándolos así para que algún día descubran la raíz de su vida religiosa. Quiere que en Francia se comparta esta responsabilidad, y con este objetivo piensa en una "hermandad" que conectaría a todos los cristianos de buena voluntad en una gran red al servicio de las regiones en vías de desarrollo a las que no ha llegado el mensaje evangélico. Viaja a Francia en tres ocasiones para exponer y poner en marcha su proyecto, y pensaba volver en 1915, pero la guerra de 1914 lo retiene en el Sahara. Las repercusiones del conflicto europeo se dejan sentir incluso allí. Poco a poco crece la rebelión contra la presencia de Francia. Algunas tribus manifiestan su voluntad de emancipación, mientras que otras intentan aprovechar las circunstancias para reanudar sus incursiones de saqueo. Consciente del peligro, Carlos de Foucauld permanece sobre el terreno para proteger a la población y servir en el futuro al que ha pasado a ser «su país». En 1916, construye un fortín que serviría de refugio para la gente de Tamanrasset en caso de ataque, y, a petición de sus vecinos, se va a vivir allí. Allí lo sorprende un grupo de rebeldes la tarde del 1º de diciembre de 1916: capturado en una emboscada, lo atan mientras saquean su residencia. El muchacho de 15 años que lo vigila, asustado por la llegada súbita de dos soldados dispara contra él a quemarropa. Carlos de Foucauld muere, víctima aislada de una violencia local... Esa misma noche, caen otros en los frentes de la Primera Guerra Mundial.
| Ecos de su testimonio | El mensaje anunciado por Carlos de Foucauld se encierra en lo que vivió, en lo que intentó hacer. Está también en las abundantes páginas que redactó, donde dejó traslucir lo esencial de su experiencia espiritual. Cerca de 100 años después de su desaparición, estamos muy lejos de haber hecho un inventario de toda la riqueza de su testimonio. Sin embargo se pueden situar algunos elementos principales, presentados aquí brevemente bajo algunas citas de las cartas a su amigo Henry de Castries: Me dí cuenta de que no podía hacer otra cosa que vivir únicamente para Él (14 de agosto de 1901) Lo prioritario desde su conversión hasta el final de su vida, es la fidelidad absoluta, y sin interrupción, al amor apasionado que tiene a Jesús. Carlos tuvo la suerte de tener un corazón capaz de amar hasta el extremo. Desde que por la acción de la gracia se sitúa en presencia del misterio de Dios encarnado en Jesucristo, arde en amor a Él. Este amor a Jesús, su «muy amado Hermano y Señor», no tenía, por lo demás, nada de sentimentalismo conducente a delicias narcisistas; este amor era una voluntad. A menos de cinco meses de su muerte, escribe: «el amor consiste, no en sentir que se ama, sino en querer amar». Esta voluntad de amar a Jesús le lleva a su imitación, a querer pensar, decir y hacer lo que Jesús habría pensado, dicho y hecho en las distintas circunstancias de su vida. C. de Foucauld resume bien su proyecto espiritual en estas líneas de 1902 a Gabriel Tourdes su amigo de instituto: «La imitación es inseparable del amor; tú lo sabes: todo el que ama. quiere imitar. Es el secreto de mi vida: he perdido mi corazón por este JESÚS de Nazaret, crucificado hace 1900 años y me paso la vida tratando de imitarle, hasta donde lo permite mi debilidad». Así pues, debía imitar la vida oculta del humilde y pobre obrero de Nazaret. (14 de agosto de 1901) La figura de Jesús que lo seduce y que quiere imitar, es la de «el Obrero, hijo de María» (ver Mc 6, 3) llevando en Nazaret la vida sencilla y ordinaria de sus contemporáneos y de sus compatriotas. Le impresiona especialmente la humillación que rodea la Encamación del Hijo de Dios: «Dios, el Ser infinito, el Todopoderoso, haciéndose hombre, el último de los hombres». A partir de este descubrimiento que es una revelación que recibe por gracia, habla así de lo que considera como su llamada, su vocación: «Estoy ansioso por llevar finalmente la vida que busco desde hace más de siete años, la que vislumbré, adiviné, andando por las calles que pisaron los pies de nuestro Señor, en Nazaret; pobre artesano perdido en la abyección y la oscuridad». Y se fija este programa de vida: «Para mí, buscar siempre el último de los últimos lugares, para ser tan pequeño como mi Maestro, para caminar con Él, paso a paso, como discípulo fiel, para vivir con mi Dios que vivió así toda su vida y me da este ejemplo desde su nacimiento». Leer, releer, meditar el Evangelio y esforzarse en practicarlo. (14 de agosto de 1901) El contacto que Carlos de Foucauld desea mantener permanentemente con Quien es su «Modelo Único»", su Hermano muy amado, del quiere ser el "hermano pequeño", se realiza de manera prioritaria desde su amor al Evangelio y a la Eucaristía. Ha pasado largos momentos leyendo y meditando el Evangelio, donde encuentra las palabras y los ejemplos de Jesús a quien quiere imitar y seguir por amor, y aconseja a sus amigos que pongan en su vida estos momentos de intimidad con el Señor: «Es necesario que tratéis de impregnaros del espíritu de Jesús leyendo y releyendo, meditando y volviendo a meditar sin cesar sus palabras y sus ejemplos: que hagan en nuestras almas como la gota de agua que cae una y otra vez sobre una losa, siempre en el mismo lugar...» . También pasó largos ratos ante del Santísimo Sacramento, donde su fe le dice que Jesús está presente con toda su fuerza salvadora para el mundo. Así Carlos de Jesús fue fiel a estas "dos mesas" dónde, según la fe de la Iglesia, Jesús continua su presencia en medio de los suyos "todos los días hasta el final de los tiempos". Una caridad fraternal y universal que comparte hasta el último bocado de pan con cualquier pobre, cualquier huésped, cualquier desconocido que se presente. (23 de junio de 1901) Ardiendo en amor de Jesús, Carlos ama al mismo tiempo, con todas las cualidades de su corazón y de su inteligencia, a las personas próximas, a las que puede encontrar, y también a las que no conoce, pero cuya miseria material o espiritual adivina, queriendo amar a todos sus hermanos de humanidad. A ejemplo de Jesús -el Hermano universal de todos los humanos y el Salvador universal que vino a llamar a los pobres, a los enfermos y a los pecadores a una Vida nueva y dichosa, Carlos de Foucauld orienta su vida al servicio de los hombres. Si acepta recibir la ordenación sacerdotal es para este servicio y por eso va a ir preferiblemente a «las almas más enfermas, las ovejas más abandonadas». Dirá: «Este banquete divino, del que soy ministro, había que ofrecerlo no a los hermanos, a los parientes, a los vecinos ricos, si no a los más cojos, a los más ciegos, a los almas más abandonadas, con mayor carencia de sacerdotes». y recibiendo a todo ser humano como a un hermano muy querido (23 de junio de 1901) Este Jesús Salvador que ha encontrado y del que sabe por experiencia hasta qué punto ha transformado su vida, este Jesús de Corazón ardiente de amor que se le reveló a través de la comprensión silenciosa y la bondad discreta de personas de su entorno, Carlos de Foucauld sabe que es el Salvador universal, que pertenece a todos, que todos, universalmente, tienen derecho a conocerlo, y muy especialmente los más alejados de esta esperanza en Jesús. Quiere ser "misionero" de este Jesús, y de la manera en que él mismo fue el primer beneficiario, viviendo pues, él también, esta "bondad"; «Mi apostolado debe ser el apostolado de la bondad. Que al verme tengan que decir: "Si este hombre es tan bueno, su religión debe ser buena..." Yo querría ser lo bastante bueno como para que dijeran: "Si así es el criado, ¡cómo debe ser el Amo!"». Para acercarse a todos y cada uno con bondad, quiere ver a Jesús en todo ser humano, siendo todo hombre una presencia de Jesús tan verdadera como su Presencia real en la Eucaristía. Este deseo le conduce a actitudes concretas: quiere "llegar a ser del país", hablando con los Tuareg en su lengua, compartiendo su estilo de vida y sus costumbres, deseando que progresen en bienestar material y moral. Prioriza los caminos que descubre en la vida oculta de Jesús, y en sus "abajamientos", que llegan hasta el anonadamiento en la Cruz. No busca resultados inmediatos, dejando a Dios el cuidado de convertir a la fe cristiana, quizá dentro "de siglos", dice. Finalmente, desea que muchos cristianos del mundo anuncien el Evangelio de esa manera, cercana y discreta, «teniendo para con todos bondad y afecto fraternal, sirviéndoles en todo lo posible, entrando en contacto afectuoso, siendo un tierno hermano para todos...»
| El testimonio de Carlos de Foucauld, mensaje para hoy | Este mensaje espiritual dejado por Carlos de Foucauld, mensaje que acreditan tanto su beatificación, como su posteridad espiritual, es de una profunda riqueza para nuestro tiempo. Para proponerlo hoy, se pueden tomar algunos aspectos de su testimonio que parecen sintonizar mejor con la sensibilidad actual y que podemos ilustrar con otras citas de estas mismas cartas a Henry de Castries: ¡Qué grande es Dios! ¡Qué diferencia entre Dios y todo lo que no es Él! (14 de agosto de 1901) Carlos de Foucauld es un hombre que siempre ha tratado de salirse de las sendas trilladas, con verdadera creatividad, hasta el punto de tener un gusto evidente para la provocación, sobre todo en su juventud. Ahora bien, en el acontecimiento decisivo que fue su conversión, se puede decir que es Dios quien vino a provocarlo, cruzándose en su camino. Su viaje a Marruecos era ya como un reto que el aventurero se lanzaba a sí mismo y a los que lo conocían; y Dios le había tomado la palabra, dejando que fuese afectado por el impacto de los creyentes del Islam: «El Islam produjo en mí una profunda convulsión... la visíón de esta fe, de estas almas viviendo en continua presencia de Dios, me dejó entrever algo de mayor envergadura y más verdadero que las ocupaciones mundanas: "ad majora nati sumus~ (nacimos para cosas más elevadas)...» Y así, una misteriosa tensión entre estos dos socios, él y su Dios, marcaría todo su itinerario espiritual. La parte fundamental de la santidad de C. de Foucauld consistiría en este difícil aprendizaje de la confrontación con el Otro y del abandono continuo en Él. Ahí encontramos la historia de toda la libertad humana ante el Dios de Jesucristo. Con sus limitaciones personales, con tanteos y evoluciones, que ponen de manifiesto que la santidad es una subida incesante hacia la Perfección que sólo reside en Dios, Carlos de Foucauld se encuentra muy cerca de nuestro modo de ser: los cambios, las revisiones, los reinicios son rasgos característicos de la cultura contemporánea. Aquí, soy el confidente y a menudo el consejero de mis vecinos. (8 de enero de 1913) Otra característica de su santidad, es la concreción y el realismo de su compromiso de hombre, reanudado, transformado y elevado por el aliento y el fuego del Espíritu. C. de Foucauld está siempre muy comprometido y muy "presente" en las situaciones que vive. Es alguien que entra de lleno en lo que ve o escucha, en lo que decide y emprende, en lo que él comprende de las cuestiones que le llegan. Se inserta en su hoy con excepcional intensidad. Lo hace con todas sus capacidades intelectuales, con todas sus competencias técnicas, con su valoración justa de las situaciones y necesidades: así, por ejemplo, enseña a las mujeres a hacer punto, proporciona semillas para los huertos de Tamanrasset... Lo hace con su temperamento propio, a veces con excesos debidos a su modo de ser, a su pasado y a su formación, pero siempre con convicción, buena voluntad, intensidad y coraje. Con estas disposiciones interiores, uno no se asombra de su atracción por la vida de Nazaret: en ella Jesús se había señalado por la consideración, total y lúcida, de lo ordinario, lo diario, lo humano, lo real. Ya antes de su conversión, el joven Carlos manifestaba esta orientación de vida; la gracia de la conversión no destruyó su modo de ser, sino que amplió las tendencias. Su manera de hacerse santo fue llevar al extremo este realismo de la vocación humana dinamizada por el Amor; su santidad lleva impresas las marcas de sencillez. verdad, autenticidad; da testimonio de lo que puede hacer el Amor divino en el que quiere vivir a fondo la experiencia común de la existencia humana. ¡Sentirse en manos del Amado, y de qué Amado, qué paz, qué dulzura, qué abismo de paz y confianza! (27 de febrero de 1904) Carlos utiliza un lenguaje emocional, pero lleno de sabor evangélico, sobre Jesús, sobre el Sacramento de la Eucaristía, sobre el Sagrado Corazón, sobre la Iglesia. Ve en la Iglesia a la Esposa de Jesús que en adelante habla en su nombre; retoma a menudo estas palabras de Jesús a sus apóstoles y a sus sucesores: "¡Quién os escucha, Me escucha!". C. de Foucauld presenta así un rostro agradable y cercano del Dios de Jesús. Recuerda la humildad de los signos por los que Dios se nos entrega, sin triunfalismo, sino con la bondad y la hermosura de Jesús que llega hasta el extremo del Amor: su muerte en la cruz y su costado abierto confirman que «no hay amor más grande que dar la vida por los amigos». Pero C. de Foucauld nos habla del Dios encarnado en Jesús de Nazaret y nos ayuda a repasar los Evangelios, no sólo con su palabra, sino también con el ejemplo de su vida. Si adora a Jesús presente en la Eucaristía, lo contempla también en los pobres con los que Dios en Jesús de Nazaret se identifica. Se pone fraternalmente al servicio de estos "pequeños" de los que habla Jesús, y nos remite así a la calidad de nuestro trato y nuestras relaciones con los otros. Nos recuerda que «todo lo que se hace a un pequeño, es a Jesús a quien se le hace, y todo lo que se deja de hacer al prójimo, es a Jesús a quien se le niega». Lleno de un afán misionero que lo abarca todo, movido por una voluntad de fraternidad y servicio, experimenta, ante estas tareas, sus propias debilidades. Constantemente haciendo proyectos, conoce los fracasos, como conoce también las dificultades de la oración, y de la noche espiritual. Y él que desde su infancia había conocido grandes sufrimientos y vivas heridas, morirá penosamente, en la soledad y sin resultado aparente. Estas dos experiencias, la de una vida fraternal compartida con tantos hombres y mujeres de difícil porvenir, y la de una vida de reveses que deben recibirse como la Cruz «dónde abrazamos a Jesús clavado en ella», siguen estando en nuestros caminos y en la ruta de la Iglesia. Forman parte del proyecto de vida de todo cristiano llamado a ser «un Evangelio viviente». Es el trabajo que prepara la evangelización: crear la confianza, la amistad, el apaciguamiento, la fraternidad... (17 de junio de 1904) Carlos de Foucauld eligió un terreno difícil para ser misionero, a contracorriente de la búsqueda de éxito, eficacia, fecundidad. Él sabe que esta fecundidad está en la Cruz de Jesús, en la pobreza de medios humanos. Vivirá la misión como una pasión, en los dos sentido de la palabra: acepta dar su vida hasta morir como la semilla sembrada en la tierra, y ama apasionadamente a Jesús, cuyo Evangelio querría «gritar desde los tejados», y a los hombres sus hermanos, ya que quiere ser salvador con Jesús. Un misterio del Evangelio del que se realimenta a menudo es el de la Visitación. Le gusta contemplar esta escena: María, en cuanto recibe a Jesús en ella, va a llevarlo a casa de su prima Isabel, y Jesús, aún en el seno de su madre, bendice a Juan-Bautista antes de su nacimiento. Carlos también quiere dirigirse «con premura» hacia aquellos a quienes quiere dar a conocer el Amor, «como Jesús se acercó a ellos encarnándose». Cree en la irradiación invisible de la Eucaristía, donde Jesús se da para la vida del mundo; él mismo se convierte, por su compromiso, en una presencia viva de este pan compartido para alimentar a los pobres y pequeños. Prioriza el diálogo, el respeto al otro y a su patrimonio cultural y religioso. Imagina incluso una red fraternal de todos los bautizados: sacerdotes, religiosos, religiosas, laicos, que serían voluntarios de una vida sencilla según el Evangelio, y para hacerse cargo responsablemente de los «más abandonados». AnheIa para todos estos voluntarios del Amor un corazón de «hermano universal», como Jesús, arraigado y comprometido en lo concreto de su «Nazaret». Todas estas prioridades que aplica espontáneamente sobre el terreno de su misión sahariana pueden proporcionar hoy un nuevo impulso a la vocación misionera. No estamos ya en el contexto histórico en el que C. de Foucauld quería vivir como "hermano universal", pero podemos inspirarnos en sus intuiciones a la hora del diálogo interreligioso, la mundialización, la cooperación: aún hoy, para defender los derechos humanos, no es inaudito morir por la justicia; todavía hoy algunos deciden quedarse donde existen fracturas sociales, étnicas, religiosas, y otros optan por compartir la miseria de las víctimas de las disparidades económicas... incluso en los viejos países de cristiandad que son igualmente «países de misión». Para los hijos de la Iglesia, incluso las aparentes derrotas son un “Te Deum” perpetuo, porque Dios está con nosotros (13 de julio de 1903) Una fe total en Aquél a quien llama «el Maestro de lo imposible» permite a C. de Foucauld mirar con confianza todas las situaciones, incluso si son catastróficas. Esta visión esperanzada es especialmente notable cuando habla de dar testimonio del Evangelio y de la amplitud de la Misión. Superando la divisa de sus años jóvenes (No retroceder), que puede resultar utópica, ante las pruebas de la Iglesia, ante la inmensidad de la mies y la falta de obreros comprende que si bien la conquista apostólica es irrealizable desde el punto de vista humano, hay que apoyarse sólo en la promesa hecha por Jesús a sus Apóstoles. acordándose de la realización histórica del plan de Dios, le admira cómo se ha realizado este plan a través de imposibles: «La falta de fe no es tan universal como ignoraba, ... y no habían doblado la rodilla ante Baal», escribe a su amigo De Castries el 14 de agosto de 1901. A menudo reaparece también en su análisis de los acontecimientos una cita del profeta Daniel (9,25): «Jerusalén se reconstruyó “in angustia temporum”». La “opresión de los tiempos” a la que alude durante su estancia en el Sahara, y que experimenta concretamente en sus proyectos y sus relaciones, corresponde a los tiempos difíciles que vivían entonces en Francia las congregaciones religiosas y las diócesis. También para C. de Foucauld son tiempos duros. Y siempre lo serán para el futuro de la fe, para el porvenir de la Iglesia. Un siglo después de él, no podemos más que volver a las fuentes en las que alimentaba su confianza, y que expresa en este pasaje de una carta a De Castries, donde describe territorios argelino-marroquíes: «¡Que reine JESÚS en estos lugares donde su reino pasado es tan incierto! Sobre la posibilidad de su reino futuro, mi fe es invencible: Él ha derramado su sangre por todos los hombres. “Lo que es imposible para los hombres, es posible para Dios”; él ordenó a sus discípulos que fuese a todos los hombres: “Id por todo el mundo y predicad el Evangelio a toda criatura; y S. Pablo añade; “la caridad lo espera todo”. Yo lo espero, pues, de todo corazón, para estos musulmanes, para estos árabes, para estos infieles de todas las razas...» (16 de junio de 1902). Para un mundo que duda, para una Iglesia que padece y sufre, para unos cristianos que están tentados de perder la confianza, el mensaje de Carlos de Foucauld muy podría ser también el de ¡no tengáis miedo! | El Postulador Los responsables de los Grupos de la Familia Espiritual Carlos de Foucauld Las "Amitiés Carlos de Foucauld" |
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