BASTA UNA CHISPA PARA ENCENDER LA PÓLVORA ONS. CLAUDE RAULT, obispo de la diócesis de Laghouart Ghardaïa en el Sahara argelino, con motivo de las pasadas revueltas en el norte de África. Cuaresma de 2011. Queridos amigos: Se dice: "Basta una chispa para encender la pólvora" La auto-inmolación de un joven Bouazizi Mahoma en Túnez, fue la chispa. Y ella hizo explotar la masa de frustraciones e injusticias acumuladas en su país y en un cierto número de países del entorno.Los levantamientos se han sucedido como un "reguero de pólvora"para mantener la misma imagen, aunque ningún país en realidad sigue la misma trayectoria. Argelia experimentó ya estos levantamientos que dieron lugar a la temida "década negra". Su memoria sigue viva, y comprendemos el temor a que se desate de nuevo la violencia. En la reacción en cadena que ha alcanzado a muchos países árabes, varios elementos son signo de una especie de vuelco, a pesar de que sería arriesgado prever su alcance. En primer lugar, son los jóvenes los que han estado en la vanguardia de esta revuelta. Su movilización fue sorprendente. Primeras víctimas de un futuro confiscado, han sido capaces de utilizar los métodos modernos que permiten una comunicación rápida y que no pueden ser controlados por ningún poder face-book, teléfono celular, puestos al servicio de una red de solidaridad y de concertación. Pero también, a un nivel más amplio, la revolución de la información en el mundo árabe, iniciada por el canal de noticias Al-Jazeera desde mediados de la década de los 90, ha debilitado las verdades oficiales con la proliferación de cadenas de televisión árabe plurales y competitivas. Por otra parte, estos movimientos han demostrado una madurez increíble. Los fenómenos sociales son a menudo violentos, destructivos, indiscriminados, incluso anárquicos. Dejando a un lado algunos excesos locales inevitables como es el caso particular de Libia, una especie de inteligencia colectiva y de toma de partido de no-violencia acompaña esta protesta generalizada exigiendo cambios fundamentales en el modo de gobernar y en la justicia social. Asimismo, estos estallidos populares han sorprendido tanto a los líderes de los países afectados como a los del mundo occidental, que cortejaban a los gobernantes caídos; no saben cómo reaccionar ante este movimiento que se les escapa. Ocurre lo mismo con los medios de comunicación occidentales que a menudo caen en una visión simplista y caricaturizada del Islam. Y por último, aunque estas revueltas se están produciendo en los países árabes, la presión religiosa islámica no es la causa de esta explosión. Ésta parece surgir de lo más profundo de la conciencia humana, ávida de dignidad, de respeto, de justicia y de democracia. Es también el resultado de una especie de lucidez colectiva a la que no le falta ni inteligencia ni sabiduría. Vimos en la plaza Ettahrir en El Cairo, musulmanes y cristianos juntos abogando por la misma causa. Ciertamente, los pueblos interesados deben ahora "gestionar" este movimiento y conducirlo hacia un futuro sin desviarse de su propósito, pero: ¿cómo no esperar ver que el curso de la historia se despliegue en la línea de las aspiraciones de la persona y de las sociedades humanas? ¿No es en este sentido en el que sopla el aliento del Espíritu?Esta realidad nos lleva a nosotros los cristianos a tener una gran humildad. ¡Nosotros no hacemos la historia, sino que podemos hacer descubr ir su sentido! Si queremos ser "levadura en la masa" y "sal de la tierra", solo será posible optando por una opción de debilidad y de resistencia no violenta contra las fuerzas del mal, siguiendo las huellas de Jesús.Cristiano Chessel, este joven Padre Blanco asesinado con sus tres hermanos en Tizi Ouzou, en diciembre de 1994, lo expresó poco antes de su muerte del modo siguiente: "(...) La debilidad del apóstol debe estar, a imitación de la de Cristo, enraizada en la fuerza del misterio pascual y en el poder del Espíritu. Lejos de ser una actitud de pasividad o resignación, requiere un gran coraje y un compromiso para impulsar la justicia y la verdad denunciando la ilusa seducción de la fuerza y del poder".+ Claudio, su hermano obispo. |