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Páginas para la Oración

Presentamos el trabajo realizado por grupos de unas 12 personas.  Cada grupo reflexionó sobre uno de los temas, coincidentes con las “claves de identidad” de la Familia del Hermano Carlos. Se trataba de reflexionar sobre estos textos del Hermano Carlos, siguiendo más o menos las pautas que se ofrecen al final de cada uno de los temas. 

 Preguntas para la reflexión y la oración

¿Qué textos del Evangelio nos recuerdan estos escritos?

¿A qué situaciones de hoy  nos remiten?

 ¿Qué me dicen a mí concretamente?

 

[VI]

LA FE EN EL SEÑOR DE LO IMPOSIBLE

 

A esa hora, a las cinco, estaba de nuevo cerca de usted, y por última vez en este mundo. ¡Bendito sea Nuestro Señor Jesús, que me ha dado una fuerza que no es mía...! [Carta a la Señora de Bondy 14.01.1891]

Una de las cosas que debemos completamente a nuestro Señor es no tener nunca miedo de nada.

Mt 8, 10 – Seamos hombres de deseos, y pidamos a Dios lo imposible en nuestras oraciones por el bien de las almas, para que sea glorificado en ellas, ya que creemos que su bondad nos concederá los verdaderos bienes que le pidamos… emprendamos lo imposible por su gloria ya que creemos que lo puede todo, y que le es infinitamente fácil sostenernos como a San Pedro sobre las aguas… Dios mío, dadme la fe que queréis que tenga y haced que actúe en consecuencia. ¡Santo centurión, san Pedro, rogad por mi!

El Señor alaba a la cananea porque continuó rogándole a pesar de sus negativas, y porque tuvo fe en él, fe en su poder, en su divinidad, en su bondad: y por causa de esta fe y de esta insistencia le concede su pedido… Así seremos escuchados cada vez que le recemos con fe y con insistencia… Nuestro Señor no ha cambiado desde que recorría los parajes de Tiro: el hombre cambia, pero Dios no cambia: es exactamente el mismo que entonces, la misma divinidad, el mismo poder, la misma bondad, la misma compasión por los hombres, la misma voluntad de atender a la oración y a la fe: pidamos, pidamos con fe, recemos, recemos con fe: no pidamos cosas pequeñas, pidamos lo imposible, milagros de gracia, seamos como Daniel “almas de deseo” , no pongamos otros límites a nuestros deseos que los que pone a los suyos el corazón de Nuestro Señor. Puesto que nuestra oración unida ala fa tiene tan alto precio, oremos, oremos sin cesar: que nuestra vida sea una vida de fe y de oración continua. Haciéndonos partícipes del poder de Dios, nos da un poder inmenso. ¡qué acto humano puede tener el poder semejante al de Dios que la oración pone en nuestras manos?

Mt 1, 6-10  “La caridad lo espera todo”… “Lo que es imposible a los hombres es posible a Dios”… Desanimarse a causa de los otros, abandonar un alma, un pueblo, por perdido, por incorregible, por condenado, es pecar contra la caridad debida al prójimo, contra la esperanza en Dios y contra la fe en aquél a quien todo es posible. No desanimemos jamás ni de nosotros ni de los demás, sean cuales sean las faltas, los crímenes y la abyección en que caigamos o caigan ellos… Si se trata de nosotros, echémonos con todas nuestras fuerzas en el bien, en una vida nueva llena de amor con plena confianza en la bondad de Dios que, aunque hayamos caído muy abajo, nos llama aún a la santidad y nos da los medios para ello… si de los otros, no cesemos de rezar por ellos, de hacer por su conversión todo lo que debemos hacer, como Santa Mónica por Agustín.

¡Ojalá Jesús reine en estos lugares donde su reino hasta ahora ha sido tan precario! Sobre la posibilidad de su reino por venir, mi fe es invencible: Derramó su sangre por todos los hombres. Su gracia es suficientemente poderosa para iluminar a todos los hombres. “Lo que es imposible a los hombres es posible a Dios” (Lc 18, 27); mandó a sus discípulos que se dirigieran a todos: “Id por toda la tierra a predicar el Evangelio a toda criatura”, y San Pablo añade que “la caridad espera todo2 (1Co 13, 7)… espero pues de todo corazón para todos estos musulmanes, estos infieles de todas las razas… Pero para poder hacer algo por ellos hay que santificarse: se hace el bien en la medida de lo que se es: rece por mí, querido amigo, para que al volverme mejor pueda llegar a ser un humilde instrumento, un humilde obrero en esta inmensa mies. [Carta a Henry de Castries 1902]

Corazón sagrado de Jesús, qué bueno sois por darme hoy mismo, por la voz de aquellos de quienes habéis dicho “quien os escucha, me escucha”, una orden inesperada que asusta el ánimo y lanza a las dificultades, los trabajos y las fatigas… Qué bueno sois, Corazón sagrado de Jesús, por hacer que vuestro indigno servidor haga vuestra voluntad, por dársela a conocer de manera infalible por la voz de aquellos a quienes habéis dicho “quien os escucha, me escucha”.  [Tamanrasset, 1905]

Si he podido hacer algún bien, si he podido establecerme en el Sahara, es, después de Jesús, porque he sido oficial y he viajado por Marruecos. Dios prepara desde lejos las cosas y hace que sirvan para la salvación de las almas los actos buenos, los malos y los realizados sin pensar para nada en Él. [Carta a Louis Massignon, 1911].

 

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