Marie de Bondy

 

Nació el 19 de agosto de 1850, 8 años antes que su primo Carlos de Foucauld. Su nombre es Marie Moitessier. Pero la conocerán mejor como Marie de Bondy, puesto que se casó con el vizconde Olivier de Bondy.

Creció en un hogar feliz y desarrolló una gran pasión por la música. Se confrontó por primera vez con el dolor de la existencia humana cuando su tío Edouard de Foucauld, el padre de  Carlos,  falleció el 9/8/1864, cinco meses después del fallecimiento de su esposa. Dejaban dos hijos pequeños huérfanos: Carlos de 6 y Marie de 3 años.

Sin lugar a duda, el coronel de Morlet cuidaba muy bien de ellos, sin embargo su madre los invitaba siempre a pasar las vacaciones en su casa y los acogía con los brazos abiertos. Así iba creciendo un lazo entre Carlos y su prima. Carlos encontró en su casa un segundo hogar. El cálido ambiente y la ternura que se le brindaba le hacían revivir.

La guerra de 1870 entre Francia y Alemania les separó. El coronel de Morlet huyó con sus nietos a Suiza y luego a Nancy. Pero se seguían escribiendo.

El 11 de abril de1874 Marie se casó con el vizconde Olivier de Bondy. Para ella fue el inicio de un tiempo muy feliz, pero coincidió con un período muy difícil para Carlos. Perdió todo el apoyo de su fe y el contacto con la familia se redujo al mínimo.

Nunca dejó a Carlos a su suerte. Tampoco cuando abandonó la fe y se entregó a extravagancias y alocados despilfarros. Quería tanto a su primo que siempre conseguía la palabra adecuada que, le tocara el corazón. A partir de 1884 su influencia se hacía muy decisiva. Carlos regresó agotado de su intrépida exploración a Marruecos. La mamá de Marie lo recibió cariñosamente en su casa veraniega de Burdeos. Marie también se encontraba ahí y percibió en él la necesidad de silencio y descanso.

Ella vivía sencillamente su fe como testimonio, y le rodeaba con una ternura que le afectó hondamente. En esta soledad, en medio de la gente más querida en la tierra, Carlos se sentía feliz. En compañía de los suyos, descubrió de nuevo el gusto por la integridad moral.

En octubre de 1886, para asegurar la educación de sus hijos, la familia de Bondy se trasladó a París. Carlos alquiló un apartamento cerca de ellos.

Tanto en su diario espiritual, como en las múltiples cartas que le escribió, se puede entrever la influencia decisiva que ejercía ella sobre la orientación de la vida de Carlos. Su escepticismo acerca de la fe empezó a vacilar. A través del silencio  Carlos oía la voz de Dios…

En su actitud frente a Carlos, trataba de estar como le aconsejaba su acompañante espiritual, el abate Huvelin. Decía:” Si desea convertir a alguien, no se logra por medio de predicaciones. El mejor medio no es amonestarlo, sino hacerle ver que se le ama.”

La conversión de Carlos fue emocionante. Se confesó por orden del abate Huvelin, y a partir de aquel momento sabía que no podía hacer otra cosa que seguir a Jesús. Desde entonces ella permanecía como una segura y discreta luz, para iluminar su sendero. Alguna vez, aludiendo a su persona, escribió: “Puesto que esta alma es tan inteligente, la religión en la cual cree con tanta firmeza no puede ser una necedad, como yo pienso.”

Antes de partir a Nuestra Señora de las Nieves (el convento trapense donde entró), Carlos pasó el último día en su casa. Aquel 15 de enero de 1890, la despedida fue muy dolorosa. En la mente de Carlos era una despedida definitiva. Tardaron 19 años antes de volver a encontrarse. Pero seguían escribiéndose semanalmente, lo que fortalecía aún más su íntima comunión.

Volvió a ver a su primo en tres ocasiones: en 1909, en 1911 y en 1913. Estaba en Paris buscando personas que apoyaran su proyecto en el Sahara. Finalmente la guerra de 1914-1918 les separó definitivamente.

En 1916 Carlos le avisó todavía que corría peligro. Pero por encima de todo le preocupaban los habitantes del lugar… El extracto de la siguiente carta escrita desde Tamanrasset data del 30/10/1916.

La noticia de su defunción fue un golpe muy duro. Aquel primero de diciembre, el día que lo mataron, Carlos todavía le había escrito una carta…

Uno de sus hijos murió poco después de Carlos. Dejó a dos niños pequeños. También murió su única hermana. Por entonces permanecía principalmente en la casa veraniega, el castillo “La Barre”, donde durante la guerra, trataba de consolar y de cuidar a la gente de los alrededores. Incluso recibió el permiso de conservar el Santísimo Sacramento.

El 15 de agosto de 1933 – había ya sufrido varios ataques cardíacos – hubo un incendio en el castillo. Casi todo fue consumido por las llamas. Afortunadamente las cartas del hermanito Carlos se pudieron conservar. De nuevo se trasladó a París, cerca de la iglesia de San Agustín.

El 15 de marzo sufrió una grave caída y el 19 de marzo regresó a la Casa del Padre…

 

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